martes, 23 de marzo de 2010

El Escolta (XVI)

"Maldito cabrón"

Velantias no lo podía evitar. No le soportaba. Allí estaban los dos, de pie en las escaleras de la Torre Blanca, bajo el viento que soplaba con intensidad, aguardando a la figura vestida de plateada armadura que ahora saltaba de una barca con agilidad y elegancia, dejando caer los pies sobre la arena como si ésta tuviera que inclinarse en su presencia. No, no le costaba imaginarse a los finos granos con patitas y bracitos, haciendo una genuflexión todos al unísono y apartándose para dejar paso al glorioso y rutilante Shorin Jinete del Sol. "Con suerte, hasta el suelo se apartará a su paso y caerá a arder en los infiernos, desgraciado, capullo".

No podía evitarlo, estaba tenso. Tenso y crispado, con el ceño fruncido y la mandíbula prieta, la mano en la empuñadura y escuchando el rechinar de sus propios dientes. Miró de reojo a Allure, envidiando su aplomo. El custodio, con su túnica blanca ondeante y las trenzas derramándose sobre el hombro y colgándole hasta la cintura, permanecía impasible y tranquilo, observando a la figura lejana con una suerte de indiferente nostalgia, vieja y desvaída, que no parecía afectarle. Al percibir su mirada, se volvió un tanto hacia Velantias, sus ojos chispearon y le dedicó una sonrisa fugaz que le secó la garganta y le desacompasó los latidos del corazón. "Jódete, Shorin", habría querido gritar. "Me ha sonreído A MI". Carraspeó al darse cuenta de lo ridículo de aquel pensamiento, como si alguien pudiera haberlo leído en él, y volvió la vista hacia la playa.

Aquí estaba. Apenas unos pasos separaban al reputado defensor de ellos dos, y cada vez eran menos. La armadura impecable destellaba con la blanca plata de Menethil, los cabellos rubios peinados hacia atrás ondeaban a su espalda en un equilibrio perfecto, sin escaparse en mechones rebeldes ni estorbarle en el rostro, y los movimientos de porte natural, teñido con una dignidad sutil, eran flexibles y decididos. Petate al hombro, espada al cinto, escudo a la espalda, Shorin se detuvo al pie de la escalera, unió los talones, mostró una sonrisa ancha y convincente y se inclinó con levedad.

- Salve, Señor de la Torre Blanca. Saludos también a vos, Sir Velantias.

"Que te jodan", pensó, mientras trataba de hacer de su saludo marcial un gesto no desdeñoso. Allure hizo apenas un gesto magnánimo con la cabeza, y no sonrió, aunque tampoco parecía tenso ni enfadado.

- Saludos, Lord Jinete del Sol. Lamentamos que hayáis hecho este viaje para nada.

Velantias se removió un tanto, mirando de soslayo a Allure. El sacerdote no había dejado ni un instante a la cortesía, más allá del recibimiento. Recordó que también había sido así de claro en su caso, meses atrás. No, desde luego, su ángel no se andaba con rodeos. Se sintió orgulloso de él.

- Hum... vaya - el Jinete arqueó una ceja, ladeando la cabeza, y fijó su mirada en el Custodio - ¿Para nada? ¿Hay nuevas órdenes acaso, me he perdido algo?

Ojos de serpiente. Se escurrían de uno a otro, y aunque el rostro agraciado y viril del caballero permanecía sonriente, en esa mirada afilada había suspicacia y mucho veneno, que se encendía cuando se lamió los labios, mirando al joven Allure, y Velantias tuvo que recurrir a todo su autocontrol para no saltar sobre él. El custodio en cambio, asintió y siguió hablando con voz inexpresiva pero respetuosa, sin moverse ni descender un solo escalón. Era el Señor de la Torre. Estaba por encima de todos, también de Shorin.

- Quizá me lo he perdido yo. No entiendo por qué Lord Farn Hojapresta os ha enviado, dado que ya tengo un escolta y cumple su trabajo con tal diligencia y perfección que es completamente inútil tener a uno más.

Bien. Eso le había llegado. Tenía que admitir que esas palabras habían llenado de un gozo enfermizo y retorcido su corazón, pero se limitó a mantener la vista sobre Shorin, que parpadeó, miró a Velantias, y luego a Allure, sonriendo a medias y arqueando la ceja.

- Vaya... hay que ver, milord, cuánto os ha cambiado el nombramiento.
- Gracias. Lo consideraré un cumplido. ¿Queréis una bendición antes de partir?
- No, no os molestéis, Noble Custodio. No voy a ir a ninguna parte.

Shorin dejó el petate sobre el suelo y miró alrededor, sacudiéndose las manos con indiferencia. Después, volvió el rostro hacia Allure, ya sin sonrisa, pero con una expresión de impaciencia y desdén que volvieron a encenderle la ira en las venas al Escolta. Medido, sin alterarse en absoluto, Allure respondió, irradiando esa seguridad en sí mismo que Velantias le había visto exhibir en otras ocasiones.

- Sí lo vais a hacer, Shorin Jinete del Sol. Nadie os quiere aquí - dijo, mirándole directamente a los ojos, sin que le temblara la voz. - Yo no os quiero aquí. Sir Velantias Auranath es mi escolta, y es el único escolta que tengo y el único que voy a tener. No tenéis permiso para entrar en la Torre Blanca, ni ahora ni nunca.

Dicho esto, se dio la vuelta y le hizo un gesto a Velantias, encaminándose hacia la puerta, dejando que el eco de sus palabras quedara como una caricia tras de sí. No pudo evitar mirarle con orgullo, era irresistible hacerlo después de haberle visto enfrentarse así al Jinete y darle la espalda de aquella manera. Mientras subían los escalones, Allure le devolvió la mirada. Y entonces habló el Jinete.

- Vuestros hermanos os envían recuerdos, Noble Custodio.

Los pies del chico se detuvieron en seco. Velantias apretó el puño sobre la espada. Una amenaza bien construida, Velantias lo sabía bien, se fabricaba escogiendo las palabras correctas con el tono adecuado, y no siempre una amenaza es violenta ni evidente. Pero él estaba especializado en garantizar la seguridad de los demás y sabía identificarlas a la perfección. Su sabor era inconfundible. Y aquello lo era. Se dio la vuelta y sus cabellos se agitaron, el hormigueo le recorrió la sangre y la ira martilleó en sus sienes. Vio la sonrisa gélida de Shorin, y le mantuvo la mirada, en silencio.

- Vuestra madre se encuentra bien, aunque con este tiempo y su frágil salud, podría caer enferma en cualquier momento. Está claro que no me necesitáis a vuestro lado, ya que... habéis, al parecer, encontrado a alguien mejor - prosiguió el Jinete, mirando a Velantias de arriba a abajo - así que al menos me encargaré del bienestar de vuestra familia. Es un trabajo que haré gratis y con sumo placer, en honor a lo que un día nos unió.

Allure permanecía de espaldas. Velantias le miró de reojo, y cuando se volvió y pasó a su lado, sintió el roce y el deslizarse de un objeto en su cinturón. El semblante del custodio era sereno y calmado, pero no se le escapó la nota de desesperación en su mirada. Estaba tan furioso que sólo podía mirar a Shorin, con la furia martilleando en su interior.

- De acuerdo, quédate - murmuró Allure, mecánicamente.

"¿Qué? No. ¿Qué hace?"

Le miró de reojo mientras alzaba un brazo para rodear el cuello de Shorin, que sonreía con una mueca triunfal y enlazaba su cintura, mirándole. Y Velantias vio el destello. Por un instante se preguntó si no estaba protegiendo a la persona equivocada, cuando tanteó el cinturón y supo que lo que faltaba en él era esa lengua plateada y afilada que el Custodio había clavado en el cuello del Jinete del Sol. Sólo un gesto. Como una caricia. Completando el movimiento con el que parecía abrazarle, le apuñaló una sola vez.

- ¡No!¡No, maldita sea!

Era él quien gritaba. La sangre, roja y espesa, manaba a borbotones, manchando la toga blanca. Corrió y apartó a Allure del sorprendido caballero, que se llevaba las manos bajo la oreja, donde la empuñadura asomaba como un insecto grotesco surgiendo de un cadáver, trastabillando y temblando, perplejo. Tiró del chico, enterrándole el rostro en su pecho, mirando con los ojos muy abiertos al Jinete del Sol, que dio dos pasos, extendió una mano y trató de desenvainar mientras una bocanada sanguinolenta manaba de sus labios, que sólo pronunciaban ahogados estertores.

Y Shorin Jinete del Sol se derrumbó sobre la arena, desangrándose ante su mirada, arrastrando consigo los jirones de un paraíso que ahora se convertía en cenizas, allí donde nada cambiaba, y todo estaba cambiando.

1 comentario:

  1. Oooooossssstiaaaa! O.O
    (Sí, sí, lo he dicho) ESTO SÍ que es sorprender, y lo demás son tonterías!
    Allure me ha dejado perpleja: ¡Cielo santo, pues sí que ha reaccionado rápido!

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