martes, 23 de marzo de 2010

El Escolta (XV)

A dos días de la llegada de Shorin Jinete del Sol, éste brillaba con intensidad sobre las aguas espumosas, tiñendo el paisaje otoñal de una peculiar belleza. Las tormentas parecían darle tregua a la isla por algunas horas, las nubes se habían abierto y el mar resplandecía como un zafiro oscuro. El rumor de las olas era un eco constante, y lo único que podría estropear el estado de patético ensoñamiento en el que Velantias se veía envuelto en los últimos tiempos era la arena de la playa que se le metía por la ropa a causa del viento. Sin embargo, le importaba un carajo, se negaba a dejar que la picazón le estropeara el bienestar mientras tallaba sobre el tocón de madera con una navaja fina.

- Pues yo nunca he visto un trol

Allure se estaba desenredando el cabello con los dedos, aún húmedo. Había estado nadando, haciendo el payaso con las olas e insistiendo para que le acompañase, pero Velantias se había obligado a sí mismo a decirle que no, lo cual cosechó un gesto de burla en el rostro angelical del custodio y que Allure no perdiera la noción del tiempo dentro del mar, ni se alejara demasiado de la orilla. En el fondo había sido para bien.

- Tienes suerte - respondió Velantias, entrecerrando los ojos - Son brutales y salvajes, y muy grandes.
- ¿Mataste a muchos?
- A los que tuve que matar, ni más ni menos.
- Si yo fuera un trol y supiera que estás cerca para matarme, te prepararía una trampa rudimentaria con una pata de garragil al fuego como cebo. Seguro que caes - rió el chico, mirándole de soslayo con gesto travieso.
- Si tu fueras un trol, no me acercaría para matarte precisamente.

Allure sonrió de nuevo y le brillaron los ojos. Se acercó y asomó la nariz al trozo de madera, observándole con curiosidad.

- Qué bonito, es un pájaro.
- No debo hacerlo mal, si distingues lo que es - dijo Velantias, sonriéndole a su vez. El custodio negó con la cabeza.
- Que va, se te da muy bien.

Todo cambiaba, allí donde nada lo hacía, fluyendo con el ritmo sosegado de las olas. Velantias no era tan estúpido como para no darse cuenta ahora de los sutiles detalles, de la manera en la que el custodio le mostraba partes de él y de sí mismo en los roces casuales, en las actividades cotidianas, en las conversaciones a oscuras. "Te he descubierto a ti", le había dicho, y parecía que así era. Desde entonces, le estaba mimando, y ser consciente de ello le hacía sentirse extraño, a medida que comprendía que le agradaba que lo hiciera. Había hecho traer libros para él, aunque comentó casualmente que los había pedido por error, pero ya que estaban allí, bueno, que Velantias aprovechara para entretenerse un poco. Bajaba a las cocinas con frecuencia para ordenar que preparasen esto o aquello, después de haberle preguntado con cierto disimulo sobre sus preferencias culinarias. Se dejaba caer por sus habitaciones de cuando en cuando con excusas innecesarias que siempre terminaban con los dos conversando animadamente o alguna excursión a la playa. Y le hacía preguntas. Sobre su familia, sobre su vida, sobre lo que le gustaba, sobre su manera de pensar.

Ya Velantias le agradaba todo eso. Tanto como aquel repentino cambio de actitud, verle activo y alegre de nuevo, más que antes en realidad. Siempre le había parecido un ángel, ahora le resultaba más semejante a una divinidad de la juventud y la primavera eterna, sonriente y desenfadado, libre de los pesos aplastantes que parecía haber llevado hasta el momento. No sabía hasta qué punto era su influencia responsable de aquello, pero qué demonios. Adoraba a aquel chico, y adoraba verle así, brillando como un astro rey.

- Cuando era más joven, solía hacer tallas como estas a mis hermanos.
- A Thalion y Deneria - sonrió Allure - ¿Les escribes cartas ahora que estás aquí?
- No mucho, la verdad. No sé qué contarles... - se encogió de hombros y sopló sobre el ave de madera.
- Debes añorarles.

Lo pensó un momento, luego negó con suavidad.

- En realidad, no. Siempre hemos estado separados, desde que me uní al ejército y después, cuando entré al cuerpo de escoltas de Lord Farn Hojapresta ... bueno, siempre andaba de acá para allá.

Allure ladeó la cabeza, extrañado, pero no dijo nada más. Velantias carraspeó e hizo un gesto, parpadeando.

- Escucha, cuando llegue el Jinete del Sol... no tienes por qué verle ni hablar con él - dijo seguidamente, frunciendo el ceño - yo me encargo. Le diré que se largue y todo eso, si aún quieres que se vaya.
- Iré contigo, no pasa nada. Quiero que lo oiga de mis labios también.

Se removió y dejó la figurilla a un lado, fijando la mirada en su mirada clara con cierta sorpresa. La sonrisa franca le sorprendió aún más, casi tanto como las palabras que dijo a continuación, acercándose a él con delicadeza y rozándole los cabellos sueltos.

- No le tengo ningún miedo al Jinete del Sol. No te preocupes. No debes protegerme de mí mismo cuando nos encontremos con él.

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