martes, 28 de septiembre de 2010

3.- Un instante de descanso

El interior de la montaña era como el estómago de un gigante de piedra, o las fauces de un monstruo de fuego. Hacía un calor insoportable, y Haari estaba apoyada en la roca viva, bebiendo agua y tomándose un respiro. Llevaban ya tres días de combate incesante. Ella no había entendido demasiado bien la estrategia de grupos, pero sabía dónde debía ir y qué tenía que hacer, y con eso le bastaba.

No sabía si era de día o de noche, el calor le abrasaba la sangre y le parecía respirar sólo polvo y arena. Las prendas de cuero estaban empapadas en sudor. El escudo de madera se había astillado un poco, y la maza estaba impregnada de sangre. Le había reventado la cabeza con ella a uno de esos hierro negro.

No habían tenido bajas. Ashra les había guiado a lo largo de los pasillos sinuosos, vestido con piezas de armadura ligera y mallas que tintineaban. Todos los enemigos habían caido bajo sus esfuerzos conjuntos, y siempre que alguno de los nueve había estado en apuros, se habían ayudado. Akkar'alar estaba herido. Una jauría de canes demoníacos le había empujado a la lava y casi le pierden. Habían conseguido sacarle a tiempo, pero la lesión era grave y apenas le permitía andar.

Ahora, cuando habían encontrado un recoveco en el que descansar antes de seguir adelante, Haari miraba la herida del trol desvanecido, una mancha rojiza y negruzca de carne abrasada que pronto empezaría a cubrirse de pus. El resto del grupo permanecía algo alejado, cabeceando y recuperando fuerzas.

Tras haberse hidratado, Haari abrió su faltriquera y extrajo el mortero y las hierbas curativas. Intentaría preparar un emplasto que evitara la infección, y Loa Lukou estaría satisfecho con ella. No se dio cuenta de la presencia a su espalda hasta pasado un rato, cuando la voz de acento suave casi susurró en su oído.

- Tus compañeros dicen que estás maldita.

No se sobresaltó. Machacó las hierbas con más fuerza e hizo los gestos rituales sobre el cuenco. Después, vertió algo de agua y removió la pasta con los dedos desnudos.

- Trol no guh'ta mujher hace ritoh. Siempre trol. Nunca mujher. - dijo finalmente, asqueada.

Ashra asintió y se acuclilló junto a Akkar'alar. Le observó un rato en silencio, y luego contempló el proceder de la chamán, sin decir una palabra hasta pasados unos segundos.

- Nos va a retrasar mucho. ¿Crees que se recuperará?

Haari miró al gran guerrero, tendido e inconsciente. Su cresta azul brillaba con colores púrpuras en la luz de aquella caverna infecta.

- Yo no mucho sabe... cura. Yo me'hó en pelea. Invoco eh'píritu, lobo ayuda, viene... rayo.

Ashra asintió de nuevo. Haari suspiró. Era irónico que en un minuto hubiera conversado más con el elfo asesino que en meses con cualquier trol, a pesar de sus dificultades para hablar en orco correctamente.

- No importa. Iremos más lentos, pero seguiremos. Haz lo que puedas por él.

Haari le miró un momento. Volvió a escudriñar aquellos ojos vacíos y duros con cierta extrañeza. Pensaba que el capitán decidiría sacrificar al trol inválido, era lo natural en esos casos, por deshonroso que fuera. Pero los mercenarios no tenían de eso. Al sentirse observado, Ashra se tapó la cicatriz del rostro con el cabello, disimuladamente.

- Ah'ra no eh nombre elfo - dijo Haari, finalmente.

Él negó con la cabeza y se sentó junto a ella, mirándola amasar la pasta en la que se habían convertido las hierbas.

- No. Es de una leyenda.
- ¿Qué dice?
- Es... la historia de un espíritu - dijo el elfo a media voz - Berkin me puso el nombre cuando me uní a los Coyotes de Durotar. Me contó que Ashra es un espíritu oscuro que se aparece para llevar la muerte a los vivos y es lo último que ven. Me lo puso como si fuera algo temible... aunque a mi no me lo parece.

Haari extendió el emplasto con cuidado sobre la herida del trol, que se removió y gruñó, aún desvanecido. Mientras lo hacía, meneaba la cabeza.

- No buena hih'toria. Ah'ra no eso.

El elfo arqueó la ceja, mirándola con una chispa de curiosidad. Haari terminó de acondicionar el emplasto y lo dejó al aire. Aquel ambiente tan caluroso no parecía el mejor para una herida así, pero era cuanto sabía hacer. Fue sacando los tótems y los dispuso para la posterior oración, mientras hablaba, intentando expresarse lo mejor que podía.

- Otro Ah'ra en Loa. Un ehpíritu, mih'mo nombre. Mejó que el de enanoh.
- ¿Mejor? ¿Cómo es?
- Ah'ra vivía en mundo de ehpírituh en paz. Buen ehpíritu - dijo ella, frunciendo un poco el ceño. - Ah'ra ayuda a ...muertoh a buh'cá mundo de ehpírituh en paz. Entonceh, Ah'ra ve mundo de sombra, donde ehpírituh sufrir. Ah'ra abandona mundo de ehpírituh en paz y va a la sombra a ayudá ehpíritu que sufren a encontrá camino a deh'canso. Otroh creen Ah'ra traiciona. Le llaman mal juju. Maldito. Pero Ah'ra no imp... ¿impoh'ta?

El elfo asintió. La estaba mirando fijamente, escuchando. Los ojos azules y oscuros brillaban con un velo tenue, un rastro de nostalgia perdida y extraña que llenaba el vacío que habían mostrado hasta entonces. Haari prosiguió, bajando un poco la voz.

- Ah'ra suelta cadenah de sombra de ehpírituh que sufren y lleva a mundo bueno de paz. Ehtá deh'terrao pero sirve a buenoh ehpírituh. Ah'ra lleva muerte a todoh cuando llega hora, y guía hahta deh'canso. Ah'ra buhca ehpírituh condenaoh y suelta cadenah. Ah'ra será último ehpíritu en desaparecé cuando tó se acabe.

Haari cerró la faltriquera y ordenó los tótems cerca del trol herido. Ashra volvió la vista hacia él y frunció el ceño. Luego asintió despacio.

- Es mejor historia, sí. Pero creo que no encaja conmigo. Encaja más la otra.
- Eso no pueh sabé aun. Ahora, mujer trol maldita va a rezá a loh ehpíritu.

El elfo sonrió a medias.

- Bien. El elfo maldito se quedará a mirar, si puede.

Haari soltó una risa leve, silenciosa, y asintió. Ashra permaneció en silencio, sin molestarla, hasta que en los mantras y las oraciones, su presencia se convirtió en algo invisible y lejano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario